8 oct 2010

El Día de Muertos, sin valor para la ideología mercantilista.

[Publicado en: "Gaceta UNAM. Órgano informativo de la Universidad Nacional Autónoma de México". No. 3,674. Ciudad Universitaria, 3 Noviembre de 2003.]




Por: Raúl Correa

Los mercaderes le han quitado lo folclórico al Día de Muertos y lo han transformado en una costumbre mercantil, asegura Alfredo López Austin, investigador emérito del Instituto de Investigaciones Antropológicas (IIA) de la UNAM.


La decisiva participación de la fuerza comercial ha influido en esa transformación, dijo, pues la importancia que tuvo para las culturas prehispánicas y el misterio de la muerte han dejado de incluirse en esa costumbre popular para convertirla en un espectáculo.

La festividad de los Fieles Difuntos entraña procesos culturales más complejos, en contraposición con lo superficial y utilitarista de las prácticas de procedencia estadunidense, que no arraigan a nadie en nada, subrayó el etnólogo e historiador universitario. Se trata de una cultura light, impuesta por intereses que no benefician a las colectividades; sin embargo, los defensores del neoliberalismo, con todos los recursos, facilitan su implantación.

López Austin reconoce que la globalización es una de las corrientes causantes de esta pérdida de identidad. No es de extrañar que la ideología neoliberal –impuesta por los gobiernos desde hace varios sexenios– vaya en contra de la cultura profunda. Este movimiento no tiene el mínimo respeto por las tradiciones que se forjaron en el transcurso de miles de años.

“No entienden esto; no les interesa. Creen que es suficiente imponer otras costumbres desde fuera, escudados con la bandera de la modernidad. “No hablo de mejores o peores culturas. Cada una pertenece a una civilización en constante desarrollo. No obstante, las tradiciones no son estáticas, cambian de acuerdo con los intereses y deseos de los miembros de ella misma”, explicó el antropólogo.

Por otro lado, agregó, no se van a corregir estas posturas con sólo adoptar o defender cosas tan particulares como el Día de Muertos. Esto es mucho más grave. Es como querer acabar con la diferencia absurda e injusta entre hombres y mujeres mediante discursos.

“Así no se resuelven las cosas. Es superficial. Es como poner un altar de Día de Muertos en mi casa, me visto de charro y contrarresto el Halloween. No es eso. Es una cosa mucho más profunda”, recalcó.

En esta nación se habla del culto a los difuntos como si fuera una misma tradición y no es así, porque México es un país de mosaicos. Es decir, aunque haya altares y ofrendas, la conmemoración de los Fieles Difuntos siempre será diferente para un indígena que vive en una comunidad alejada de los grandes medios de difusión y para otro, que recibe un flujo anual de turistas para observar el folclore mortuorio.

Con los mismos símbolos concurren muchas tradiciones que no están separadas unas de otras por límites precisos. Son linderos evanescentes, aunque este hecho no les quita que sean diferentes unas de otras, precisó López Austin.

Culto agrícola

Este culto tiene un carácter básicamente agrícola. En esta celebración, explicó, se reconoce el ciclo natural de la vida y la muerte.

El ceremonial de los Fieles Difuntos dista mucho del pensamiento cristiano en cuanto a que este proceso no es parte de un proceso lineal y polar; más bien constituye un concepto de circularidad en constante ritmo, en donde la vida fenece y vuelve a renacer.

Las festividades a los finados son interesantes, porque al igual que en las culturas antiguas, como la china y la egipcia, es un símbolo de unidad familiar, reconoció el antropólogo Jaime Litvak King.

En algunas culturas de Oriente, por ejemplo, ese día se quema incienso, se encienden candelas y se colocan ofrendas de alimentos sobre un altar. Son los días cuando se recuerdan las deudas que se tienen con los antepasados.

Los mitos o relatos sagrados sobre el hombre, los dioses y el universo son de origen prehispánico, matizados con elementos europeos. Hoy se vive el encuentro de muchas culturas, cada una con su propia relación con los muertos, comentó Litvak. Recordarlos, explicó, es vital para las culturas que viven del campo, en particular las primitivas, porque precisamente advierten cómo crecen y fenecen las cosas vivas.

La fiesta de los difuntos está vinculada con el calendario agrícola prehispánico. Es la única festividad celebrada al inicio de la recolección o cosecha. Es decir, es el primer gran banquete después de la temporada de escasez de los meses anteriores y se comparte hasta con los ya
fallecidos.

El investigador universitario precisa que el culto mortuorio es uno de los elementos básicos de la religión de los antiguos mexicanos. Creían que vivir y perecer constituía una unidad. Para los pueblos prehispánicos no era el fin de la existencia, sino la transición hacia una vida mejor.

Esto salta a la vista en los símbolos que se encuentran en su arquitectura, escultura y cerámica, así como en los cantos poéticos donde se evidencia el dolor y la angustia que causa el paso al Mictlán, lugar de los muertos o descarnados, quienes esperan un destino benigno en los paraísos del Tlalocan.

Jaime Litvak adujo que la muerte existe, aunque nadie piensa en su finitud. En las culturas contemporáneas es una palabra que no se pronuncia. Los mexicanos tampoco piensan en ella, aunque no se le tenga miedo debido a nuestra fe religiosa, que da fuerza para reconocerla, y porque quizá también, seamos indiferentes a la vida.

Hoy esta celebración conserva mucha de la influencia prehispánica de ese culto a los muertos, sobre todo en Tláhuac, Xochimilco y Mixquic, lugares cercanos a la ciudad de México.

En el pueblo de Mixquic, la noche de Todos los Santos se celebra con una gran fiesta. A las ocho de la noche, Hora de las Ánimas, se prenden todas las velas de las tumbas. El panteón es adornado con esmero; los sepulcros, ya sean de mármol o de tierra, se iluminan y se revisten de pétalos y flores que, en ocasiones, forman la imagen de la Virgen o la cruz.

Se percibe el olor a copal y, aun entre tanta gente, es patente el respeto y la importancia de la tradición. En Michoacán, las ceremonias más importantes son las de los indios purépechas del Lago de Pátzcuaro, en especial en la Isla de Janitzio. También resaltan las ceremonias de los poblados del Istmo de Tehuantepec, Oaxaca, y en Cuetzalán, Puebla.

1 comentario:

Anónimo dijo...

wow q buena info sigan aasi =)